No saber lo que va a ocurrir tiene su encanto. Desconocer el camino es la primera norma del aventurero (las otras que vienen después son menos restrictivas).
Tienen gracia. Pretendía hablar de butacas y pronuncié vida. El futuro ni es tan bueno ni es tan malo, y
un huevo frito pienso cenar si mañana me voy a morir. Incertidumbre que inquieta, calor que ahoga, pérdida de equilibrio sobre toboganes de escalera. Digo tonterías y espero respuesta, seguramente mía. Seguramente física. Espero de mí que no llores, o al menos no empapes las letras que alquiles en bibliotecas. Espero de mí que no ceses en tu empeño de alimentarte de pasiones hu[rb]manas.
Espero y espero, y mientras tanto, me fumo sus bocas, que saben a sangre caliente.
Y, con sangre, me firmo.
D e c e p ci ó n,
p r e v e n i d a
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