Intentó abrir las puertas pero no pudo.
Poco después descubrió una cortinita y detrás de ella una puertecita de unas quince pulgadas.
¡Qué jardín tan hermoso! ¡Me encantaría poder ir allí! Pero si ni siquiera puedo pasar la cabeza
por la abertura... y aunque pudiera, ¡de qué poquito me serviría la cabeza sin los hombros!...
4 comentarios:
Qué sensación más extraña! --dijo--. Me debo estar
encogiendo como un telescopio.
Y así era, en efecto: ahora medía sólo veinticinco
centímetros, y su cara se iluminó de alegría al pensar que
tenía la talla adecuada para pasar por la puertecita y
meterse en el maravilloso jardín.
¡¡BIENVENIDO A WONDERLAND!!
Gracias por haber hecho posible que todo entremos por esa puertecita
¿Tú crees en las casualidades? Yo sí. Y pienso, ahora que nos hemos encontrado aquí los dos, por qué no hacemos algo que haga de este fortuito encuentro algo verdaderamente inolvidable. Se me ocurren muchas cosas. Podriamos escribir un poema juntos. Eso es, un verso tú y luego otro yo. Ese poema será perenne y llenará de sentido este fortuito encuentro... ¿Oiga... oiga? ¿Dónde está? Bueno, comenzaré yo, así mientras vuelve, ya tendré terminado mi primer verso: "¡Ay!, pena desconsolada en ríos de amapola"
buenísima, tío, buenísima...
Eddie, estás a minutos de llegar a casa por primera vez y emprender un camino sin regreso. Te deseo lo mejor. Mierda. Lamento no poder estar ahí para verlo. Mucha mierda.
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